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Jun 19, 2023

La cultura digital está cambiando nuestro rostro: cómo Corea del Sur está inspirando nuevas tendencias cosméticas

“He visto el futuro y no tiene poros”, escribe Elise Hu, ex corresponsal de NPR en Seúl, en su libro Flawless: Lessons in Looks and Culture from the K-Beauty Capital. Hu vivió en Seúl durante cinco años y conoció la actitud de oemo jisang juui, que se traduce como “la apariencia es suprema”. Aprendió a tolerar a las madres en la escuela, quienes continuamente le preguntaban cuándo iba a “atender su problema”. Su “problema” eran sus pecas. Tuvo que explicar a sus hijas por qué no les daba procedimientos cosméticos gratuitos cuando sacaban buenas notas, lo cual era una práctica habitual en su clase, y tuvo que soportar la sospecha generalizada de que su hija de tres años usaba extensiones de pestañas. Incluso se acostumbró a que sus fotos de pasaporte estuvieran retocadas por defecto, cuenta por teléfono a EL PAÍS. En su libro relata cómo es vivir en la capital de un país que está definiendo el nuevo canon estético global, con más de 9.000 marcas de belleza parte del fenómeno K-beauty.

El triunfo del canon de belleza panasiático en Occidente quedó simbolizado en la transformación del influencer británico de las redes sociales Oli London en un adolescente asiático, concretamente en un clon de Jimin, la estrella de la banda de K-pop BTS. Durante cinco años, de 2013 a 2018, Oli gastó 300.000 dólares en 18 cirugías, incluida una cantoplastia para reconstruir el párpado y lograr un ojo más inclinado; un lavado de cara; un levantamiento de cejas, un levantamiento de sien y una reconstrucción completa de una dentadura postiza. “Por primera vez en mi vida, me siento hermoso”, dijo a sus seguidores de Instagram, y agregó que ya no deseaba que lo llamaran británico porque quería ser coreano. Aunque volvió a ser un hombre británico en 2023, su viaje fue un hito sociológico y de cirugía estética.

En 2010, los sociólogos comenzaron a identificar la tendencia. La académica Kimberly Kay Hoang fue la primera en describir el rostro panasiático. Esta mirada diluye los rasgos del resto de etnias asiáticas, privilegiando el estándar coreano: una mezcla de datos algorítmicos, filtros y productos K-beauty.

El canon panasiático se define por una piel blanca, suave y sin poros, grandes ojos rasgados, una boca pequeña y rosada y una mandíbula fina y bien definida. En un artículo de 2017, Kay contó cómo las prostitutas vietnamitas en Khong Sao Bar, un club nocturno de Saigón, se sometieron a varias cirugías y procedimientos para blanquear su piel y estrechar sus narices. El objetivo era parecer más coreanos, una apariencia que los elevara estéticamente y los liberara del estigma de parecer pobres, rurales y atrasados.

El Khong Sao Bar, frecuentado por hombres de negocios que gastan entre 1.000 y 2.000 dólares por noche, tiene conexiones con cirujanos de Singapur, Tailandia y Corea, que están capacitados para realizar rinoplastias de acuerdo con los estándares de belleza coreanos. Kay cuenta que, en cambio, los médicos formados en Estados Unidos dan a las narices de las mujeres un aspecto occidental que resulta “poco atractivo” para sus clientes.

Estos son los estándares de Gangnam Beauty, término que se refiere a las mujeres surcoreanas que se someten a múltiples cirugías para alcanzar su ideal estético. En el libro Beyond Whiteness: Perspectives on the Rise of the Pan-Asian Beauty Ideal, los autores Jeaney Yip, Susan Ainsworth y Miles Tycho Hugh señalan que este canon, dominado por una piel blanca más característica de los caucásicos que de los coreanos, es una mezcla de Rasgos europeos y orientales que reflejan la relación cambiante entre Asia y Occidente. “El ideal panasiático emerge en una economía de producción visual como un marcador de cosmopolitismo […], que no se ha logrado mediante la asociación con Occidente, sino mediante la incorporación estratégica de elementos europeos a una mirada predominantemente asiática, por el bien de de hacerlo parecer más mundano”, explican los autores en un correo electrónico conjunto.

El canon panasiático también se cruza con la llamada cara de Instagram. En el ensayo de 2019, “La era del rostro de Instagram” publicado en The New Yorker, Jia Tolentino describe esta apariencia como un modelo de rasgos étnicamente ambiguos, construido mediante filtros y cirugía estética. Es un rostro joven, con piel sin poros, ojos redondos, nariz pequeña, labios carnosos, pómulos altos y una mandíbula marcada. Sobre esta plantilla, los cirujanos esculpen, a menudo bajo demanda, el ideal estético de nuestro tiempo.

Según Emily Raimundo, experta en cultura coreana, este ideal es una combinación de varios estándares de belleza (Hollywood, K-beauty, Bollywood) y filtros de redes sociales. Es una mirada que está en línea con lo que Jodi Melamed, profesora de Estudios Africanos en la Universidad de Marquette, describe como multiculturalismo neoliberal, un capitalismo racial en el que la diversidad nativa se diluye en favor de una imagen diluida pero rentable del multiculturalismo.

Los expertos en teoría mimética dicen que los humanos somos muy buenos imitando, y tendemos a desear todo lo que tiene nuestro vecino más cercano. Y en el mundo en línea, ese vecino es la población global. Pero existe la preocupación de que pasemos demasiado tiempo en las redes sociales, que alientan a los usuarios a borrar su individualidad y encajar en ciertas plantillas, ya sea en Instagram o TikTok. “Las plataformas de redes sociales [...] son ​​máquinas para producir deseo. Su estructura igualadora (lo que más se celebra de ellos) convierte a todos los usuarios en modelos, dobles y rivales potenciales de cada uno, atrapados en un juego perpetuo de competencia por los objetos intangibles de deseo de la economía de la atención”, advirtió Geoff Shullenberger, un Profesor de la Universidad de Nueva York.

Siempre ha habido ideales estéticos y siempre hemos soñado con alcanzarlos. Sólo hay dos diferencias que nos distinguen de nuestros abuelos. Por un lado, el canon de belleza no sólo se transmite a través del cine y la televisión, sino que nos llega a través del teléfono móvil, lo que lo hace parecer más accesible. Y por otro, confiamos en que toda la tecnología, incluidos los quirófanos y los cirujanos, está de nuestro lado. Es probable que dentro de unos años todos nos parezcamos unos centímetros más.

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